Cain y Abel — attributed a Vouet y Pietro Novelli
Los objetos se rompen o destruyen siguiendo leyes internas de la materia que los compone: su destrucción revela el secreto de su estructura esencial. Al actuar sobre las cosas el hombre utiliza un material prefabricado, y al destruir, se subordina a las leyes secretas de ese material. En el objeto que se destruye se libera su virtualidad material. Por eso todo acto de destrucción tiene el sentido de un atentado al pudor en cuanto nos ofrece la desnudez total de la materia.
En la destrucción manejada por el hombre aparecen dos elementos que la naturaleza ignora: la destrucción sin sentido, o sea, destruir por destruir, y la destrucción por el odio.
El odio, sentimiento novísimo y especifico del hombre, mediante el cual él se opone no sólo a la naturaleza exterior sino a su propia naturaleza.
En su afán de destrucción el hombre se convierte en una verdadera enfermedad de la materia; hoy el hombre es para el mundo una fuerza de destrucción más poderosa que todas las fuerzas naturales.
Posee el hombre una verdadera locura de destrucción, aunque aparentemente la idea de destruir es tabú para el común de la gente; y lo es porque siendo el hombre materia destruible, la idea de la propia destrucción condiciona una sensación de horror en torno a la palabra.
Ha llegado el momento de que se signifique el concepto de destrucción, y dignificarlo significa volver, en primer término, a la enseñanza de la naturaleza misma. Destrucción y construcción constituyen para ella dos fases del mismo proceso. Y en efecto, para el hombre, crear es en definitiva transformar, es decir destruir algo para hacer con ese algo una cosa nueva.
En la destrucción manejada por el hombre aparecen dos elementos que la naturaleza ignora: la destrucción sin sentido, o sea, destruir por destruir, y la destrucción por el odio.
El odio, sentimiento novísimo y especifico del hombre, mediante el cual él se opone no sólo a la naturaleza exterior sino a su propia naturaleza.
En su afán de destrucción el hombre se convierte en una verdadera enfermedad de la materia; hoy el hombre es para el mundo una fuerza de destrucción más poderosa que todas las fuerzas naturales.
Posee el hombre una verdadera locura de destrucción, aunque aparentemente la idea de destruir es tabú para el común de la gente; y lo es porque siendo el hombre materia destruible, la idea de la propia destrucción condiciona una sensación de horror en torno a la palabra.
Ha llegado el momento de que se signifique el concepto de destrucción, y dignificarlo significa volver, en primer término, a la enseñanza de la naturaleza misma. Destrucción y construcción constituyen para ella dos fases del mismo proceso. Y en efecto, para el hombre, crear es en definitiva transformar, es decir destruir algo para hacer con ese algo una cosa nueva.
de hecho creo yo que destruirse psicológicamente para de algún modo renacer con mayor inocencia es sano, pero es más tu terreno que el mío, dulce alejandra
ResponderEliminarun beso
Es necesario dejar morir algo en uno: viejas ideas, viejas maneras, para que nazca lo nuevo, así es Santi.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por la dulzura
Entro, ahora, en tu espacio y siento que es un lugar espeso en el que brotan las ideas y donde me siento bien. Me alegra que me hayas descubierto,Alejandra, porque, así, me has conducido hasta aquí. Una relación causa-efecto que me ha alegrado el día. Me ha gustado el texto. La destrucción como parte del proceso creativo es algo en lo que deberíamos pensar los que escribimos porque la palabra es menos tangible que la materia prima del pintor o el escultor.
ResponderEliminarUn beso. Laura.
Gracias Laura, por pasarte por aquí. En la creación ya está implicita la destrucción de algo, verás como termina el texto si te pasas otro día por aquí, es magnífico. Un beso y muchas graicas por devolver la visita.
ResponderEliminargracias por las gracias, me había quedado intranquilo por mi exceso de confianza
ResponderEliminarun beso
Hola Santi: Suelo intranquilizar a los hombres, jeje, es broma, espero que no te intranquilices más por mí, aunque si eso te hace volver a saludarme en la noche... quizás no esté tan mal (si ahora soy yo la que me paso, pisa el freno).
ResponderEliminarUn beso.