domingo, 29 de julio de 2012

LAS TINAJAS. POR CLAIRE DELOUPY. TALLER DE LITERATURA ERÓTICA 2012.




El calor de la noche de verano llena con sus olores el minúsculo patio. Están sentadas en la sombra. La dulce voz de la amiga pregunta: “¿Por qué habéis puesto tan bonito nombre a vuestra casa?”

Ella tarda en contestar. Después, se da la vuelta y pregunta a su vez mirando la oscuridad: “¿A ella se lo puedo contar?”. Como única contestación el brasero de una pipa alumbra durante unos segundos, tal una luciérnaga, las sombras. Ella empieza su relato.

“En  la  casa de la abuela, la vieja tinaja al fondo del jardín era mi único refugio. Cuando murió mi madre ahí escondí mi pena. Cuando mi padre llegaba por unos días con su amante de turno. Cuando las largas tardes de domingo… Era mi refugio y mi reinado. En las tórridas tardes de verano su frescor era bálsamo. Una de aquellas tardes, escuché de repente mi abuela que chillaba: “¡Granuja! ¡Ladrón! Hijo del demonio…”. Y antes de poderme darme cuenta de lo ocurrido vi saltar  una sombra que  se deslizándose a mi lado  me tapó con firmeza la boca con su mano.

Estaba fuera de mí: quien se atrevía a violar así mis territorios .Me debatí pero en vano. El chaval era fuerte. Lanzó con voz risueña: “Lo siento, princesa…”. Y con su mano libre puso entre mis labios una cereza jugosa. Olía, me acuerdo bien, a heno y a hierba buena. La sorpresa venció mi enfado y él aprovechó la tregua para colgar de mis orejas rojas cerezas que pronto terminaron en su boca. Los pasos de la abuela rondaban. Nos quedamos en silencio, su mano sobre mi muslo para indicarme “¡Silencio!”. Se detuvo el tiempo. Su calor contra mí, el olor de su pelo negro, su aliento entrecortado llenaba todo el espacio. De repente dijo en mi oído: “Tengo que irme, princesa…Pero volveré… Volveré…” . Y antes de que pueda reaccionar posó suavemente sobre mis labios, un beso.

Tres años tardó en volver pero el calor de este beso y la seguridad que volvería acompañaron día tras día mi espera.

Una solitaria noche de verano, soñaba, casi dormida bajo la luz de la luna en el frescor de  mi tinaja. Se escuchaba los grillos, soplaba la brisa. Cómo añoraba el calor de su cuerpo contra el mío. Su olor a heno y yerbabuena. Imaginaba sus brazos arropándome entera… Su joven aliento  cerca de mi boca. Suspiré… ¡Ay! ¡De mí! “¿Por qué suspiras, princesa?” susurró una voz en mi oído. Me agarró con firmeza por la cintura. Su aliento contra mi nuca, incendiaron de repente mil estrellas. Abrazados como náufragos en el mar hubiéramos podido quedar así mil años. Mas su cálida mano empezó suavemente a recorrer mi cuerpo estremecido: mi frente, mis mejillas, mi cuello, mis tiernos pechos, mi vientre ¡ay!.. Sus labios, su lengua, como un fuego implacable, siguieron el mismo camino…Yo extasiada apenas respiraba ¡Ay! Que noche de galopes…Sus cuerpo firme y su manos dirigían la danza. Ay sus manos cálidas entre mis muslos abriendo el camino.  Vivimos hasta el alba los locos alborotos del amor…
¡Cuánto lloré cuando tuvimos que dejar el pueblo, el jardín de la abuela…y la tinaja! Con el tiempo, con mucho trabajo y esfuerzos nos compramos esta casita…

        Se calló un momento. Estreché conmovida su mano. Veía de vez en cuando la luciérnaga de la pipa brillar con intensidad… El calor y la oscuridad no arropaban. Poco a poco, el lejano trueno se acercaba…De repente gotas pesadas aliviaron silencio y piel. Ninguno de los tres se movió bajo el embiste de la tormenta. Ella y yo, nos mirábamos en silencio cada vez que un relámpago azotaba la noche. Nuestra ligera ropa de verano pronto quedó empapada dibujando suavemente nuestras formas. Conseguí por fin pronunciar unas palabras:” ¿Y por que habéis llamado la casita “Las tinajas” y no “La Tinaja…” Una vez más tardó en contestar: “Porque nos prometimos buscar por la vida el fervor renovado de esta primera noche de pasión. Buscar las tinajas de la vida”. Me fascinaba desde hace tiempo la fuerza arrolladora de su amor. Cuando la mano de mi amiga  estrechó suavemente  la mía, cuando se acercó a nosotras la luciérnaga en la oscuridad, empecé a temblar  como hoja al viento… Nos abrazamos en silencio bajo la lluvia. Un olor a heno y yerbabuena llevaba el compás… 

Claire Deloupy Marchand

Cuadro: Sensualidad. Von Stuck.

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