¡Uuuuffff! Tu voz, mi cuello.
Los ingredientes bien podrían
ser
la dulce miel y el aroma de Hugo.
La mezcla está en juego.
Y tu voz, rozando mi cuello.
La camisa ha sido deshojada
por el cantar y la mirada.
Yo, como una estatua, quedo
petrificado.
Las hormigas comienzan a
trabajar
formando un sendero, que me
lleva
a explorar los rincones que más
deseo.
Mientras, tu voz, rozando mi
cuello.
Las manos se han vuelto locas,
Arriba, abajo, izquierda,
derecha,
buscan aposento, sentirte más
adentro.
Y tu voz, rozando mi cuello.
Por fin llegó ella.
Esta sonrojada y afeitada,
preparada.
Pequeño tobogán, que hace
deslizar el cantar,
para poderte besar.
Roberto González Sánchez
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