martes, 29 de enero de 2013

UNA MUJER INOLVIDABLE




Esto va por ti, alzo mi copa llena de besos,
y brindo por la belleza de tu nombre.
Mujer  hacedora, junto  a él, de pan, de versos y de hijos.
Tú, que te llamas Hipatia, tu padre, Teón,
rechazando creencias de la época,
te hizo ciudadana de la polis,
derecho exclusivo del otro sexo,
confió en tu inteligencia
y te ayudó a encontrar tu órbita
en las ciencias de los astros y los números,
un camino que abrirías tú también para otros,
porque el que tiene un saber y no lo dona,
en él se pudre, y se fermenta, y sus larvas devoran corazones.
Como pago, fuiste golpeada hasta la muerte,
una mártir más, como tantas,
por nada, por mujer sabia, algo que debe de estar
muy cerca del demonio
para la mente enferma y reaccionaria. 
Tú que te llamas Christine de Pizan,
la oscura Edad Media se iluminó
con tu Ciudad de damas,
luchaste porque esa luz de lo femenino
brillara en todo su esplendor.
Heriste de muerte al amor cortés,
Y en la Querella, la inteligencia de ella
se midió con la de él, y después de haberse
dejado vencer tantos años…, hicieron tablas.
Tú que te llamas James Barry,
lampiño de agudo timbre de la armada inglesa.
Tus manos laboriosas de insigne cirujano,
develaron el misterio de nacer por cesárea,
y cuando te enterraron, tus papeles decían: 
 Margaret Ann Bulkley, y todos se asombraron,
ocultando el secreto, y signando tu lápida con
un nombre de varón: James,
pues se debía seguir manteniendo la falacia
de que las descendientes de Eva no estaban
capacitadas para el ejercicio de la medicina.
Tú que te llamas Marie Curie,
un alud de isótopos radiactivos
no hubiera superado tu refulgir.
No sólo fuiste la primera mujer Nobel,
sino que, por si quedaban dudas,
repetiste, hazaña que ningún hombre ha podido emular.
La física y la Química fueron la casa
En la que creció tu perspicacia.
Tu esposo, que urdía contigo magníficos
experimentos, obtuvo su Cátedra en París,
a ti te la negaron, obtusos comensales
de viejos prejuicios apolillados,
no les bastó ni el Nobel para obviar tu sexo.
Alice Guy,
¿Quién no recuerda a los Lumière,
Ellos inventaron el primer proyector,
pero no fue suya la primera película,
fue la dulce Alice la de la idea,
pero ¿para qué decírselo al mundo?
muchas de sus obras, las firmó
su ayudante, un varón de cuyo nombre
no me acuerdo, en las Historias del cine,
omitida en las más,
porque ¿cómo iba a ser pionera del cine una mujer?
Ada Byron, tu madre te alejó de la poesía,
hija de universal poeta maldito, por amor a tu padre,
descubriste la poesía de la matemática,
de tus manos laboriosas,
nació el primer software,
la informática moderna es hija de tu ciencia.
Pero ¿quién te conoce?
 había que silenciar el femenil ingenio,
como estas tantas, tantas…,
y cada una, cada día, voz silenciada,
grita más alto, escribe más alto,
deja intensa, la huella de tu paso:
¡Es un pie de mujer! ¡Grita bien alto!

Alejandra Menassa 

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