Cuadro: Éxtasis de Wladyslaw Podkowinskiy.
¡Apagadme, apagadme!,
o arderá la casa, la ciudad, el mundo.
¡Apagadme!.
La temperatura del desierto,
multiplicadla por la de los volcanes en erupción,
sumadle la del geiser,
elevadla a la suma de las fiebres del mundo,
restadle los glaciares y los hielos del polo,
y solo ahí entenderéis
o arderá la casa, la ciudad, el mundo.
¡Apagadme!.
La temperatura del desierto,
multiplicadla por la de los volcanes en erupción,
sumadle la del geiser,
elevadla a la suma de las fiebres del mundo,
restadle los glaciares y los hielos del polo,
y solo ahí entenderéis
la desesperación que me desborda.
El calor último, la última centella,
la tea ardiendo de mi alma,
el vapor cierto, el humo tras la máscara,
los soles inextinguibles de mi pecho...
Provocaré deshielos,
corrimientos de tierra,
grandes desprendimientos,
derretiré la nieve de los montes,
si no apagáis la llama de mi sexo.
Evitad la catástrofe:
está en peligro el viento.
Llamad a mi Vulcano,
amigo del infierno.
Sólo él sabe la Ley del martillo
golpeando sobre el hierro:
fuego que sólo perece en otro fuego.
El calor último, la última centella,
la tea ardiendo de mi alma,
el vapor cierto, el humo tras la máscara,
los soles inextinguibles de mi pecho...
Provocaré deshielos,
corrimientos de tierra,
grandes desprendimientos,
derretiré la nieve de los montes,
si no apagáis la llama de mi sexo.
Evitad la catástrofe:
está en peligro el viento.
Llamad a mi Vulcano,
amigo del infierno.
Sólo él sabe la Ley del martillo
golpeando sobre el hierro:
fuego que sólo perece en otro fuego.
Alejandra Menassa de Lucia. Del libro de Próxima Publicación Poemas Afrodisíacos