viernes, 13 de noviembre de 2009

AUTO DE FE. Poema de Carilda Oliver Labra


Cuenta el pobre los fósforos
y el rico sus palacios;
aquél se ha salvado de las adulaciones
y el dinero.
Sus manos no pueden aplaudir en la Escala de Milán,
pero poseen todos los anticuerpos;
encuentran amor
donde el rey sólo halla su soledad.
¡No rompan el orden!
¡No rieguen el rompecabezas!
Hay quien se preocupa por el verdugo
pero ya es cómplice de la neoplasia,
hay quien huye desesperadamente del incendio
y ya se lo comió la bacteria.
Pierde el tiempo quien sonríe a los inspectores,
quien sube al palo de la escoba,
quien hace una estadística;
pero ignora el súbito guiño de la estrella,
lo que fulgura después del tiro de gracia.
Tal vez sin notarlo
he matado un insecto invisible que volaba.
La zarpa que clavó hoy el gato
no es menos certera que mis uñas.
Todos esperan que me mustie como una tonta,
que me envilezca la primera arruga;
pero yo amo el tiempo y sus transfiguraciones
cómicas.
Creo en las galaxias y en los virus,
soy un animal tremendo.
Debiera estar cansada de la vida;
sólo me canso de morir.
Perdónenme este trajín con la ternura,
este nomeolvides que asfixio de un plumazo,
este dolor
tan duro que coloqué en el ala.
(¿Me habrá hecho daño la lágrima o el semen?)
Perdónenme...
hablaba de los otros y se me fue lo mío.
¡Qué golpe de carótidas
al socorro del alba!
¿Pero no somos todos uno mismo?
Me trepo a la esperanza entonces.
(Si nace el héroe es porque ha muerto un asesino).
Creo en tus partos, tierra.
Por eso juro por el hombre.

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