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martes, 28 de agosto de 2012
EN DEFENSA PROPIA. UN FILM DE MIGUEL MENASSA, HECHO POR PSICOANALISTAS PARA TODOS
La película del año, a favor de la inversión en salud, educación y cultura. En contra de los atropellos a los derechos de los trabajadores. Tu película.
martes, 14 de agosto de 2012
TALLER DE POESÍA Y LITERATURA ERÓTICA 2012. TU VOZ ROZANDO MI CUELLO. LAURA LOPEZ.
Dibujo en tu boca con la tibieza de mis dedos
los pliegues del deseo doblegados, perversos de tu voz
y arranco por un momento la comisura
en la que se desbordan amantes de ojos muertos
y vivos en la oscuridad del recuerdo
Muerdo tus labios y mi lengua escapa a la profundidad
de un pozo lleno de peces y mariposas
frangancia viva, exultante, de movimientos contenidos
donde mis manos se pierden al borde del abismo
acariciando tu pelo y despertando tu sexo febril.
Caigo sin remedio en tu cuerpo, abierta en flor
y tus carnes atrapan mis dulces néctares
y penetran en cada espacio de mi piel dormida
embisten al aire pesado de los recintos
atravesando pasiones, estallando en el goce
Y en el silencio de un denso perfume de fragancia oscura
nuestros alientos se confunden
derraman en las palabras sabores a frutas maduras
y tu voz rozando mi cuello
me hace temblar, temblar, temblar
y mi cuerpo se desprende en la zozobra
hasta engalanar el tallo de tus adentros
vaina del elixir del ocaso
Laura López
Cuadro: Roger liberando a Angélica. De Ingress.
Coordinadora: Alejandra Menassa.
sábado, 11 de agosto de 2012
TALLER DE POESÍA Y LITERATURA ERÓTICA 2012. LA TINAJA. ALEJANDRA MENASSA
LA TINAJA
Efrén junior había estudiado Ciencias Naturales y Antropología en Massachusetts. Su madre era americana, y así lo había dispuesto, aunque hace años que había decidido afincarse en España, y allí conoció a Efrén senior. Se enamoraron perdidamente el uno del otro, y se casaron al día siguiente de conocerse. Ustedes pensarán que ese matrimonio estaba abocado al fracaso, pero no fue así, los dos siguen juntos y todo lo felices que se puede. Efrén nació exactamente a los nueve meses de la boda, contaba ahora con 27 años recién cumplidos y aún conservaba su castidad intacta.
Comenzó a trabajar como vigilante del museo de Ciencias Naturales en Mayo del 2012, justo al acabar la carrera. Sus padres, ambos universitarios y con brillantes expedientes académicos y trabajos de alto reconocimiento social, se opusieron de pleno. Su hijo merecía algo mejor. Efrén, que se enfrentaba así por primera vez a la autoridad paterna les dijo que su decisión era irrevocable, que quería conocer el museo desde abajo, ocupar cada uno de los puestos en progresión, y que un día sería el director del Museo. Lo miraron con cierto escepticismo, pero ante la certeza abrumadora con que Efrén exponía sus pretensiones, recordaron que sus rostros reflejaban la misma incredulidad que la de sus respectivos padres cuando les comunicaron que se casaban después de un día escaso de estrecha convivencia, y como a ellos no les había salido tan mal, decidieron dejar a Efrén seguir adelante con su decisión. No les quedaba otra.
El Museo contaba con un pequeño laboratorio para realizar investigaciones básicas, en el que Efrén se pasaba muchas horas una vez concluido su trabajo como vigilante del museo, ya que así se lo habían concedido, dado su curriculum.
Por aquél laboratorio, empezó a pasar una becaria, estudiante de Antropología, que realizaba un estudio sobre el Pleistoceno inferior y allí analizaba, entre otras cosas, la antigüedad de las piezas encontradas en yacimientos diversos con carbono catorce. Se llamaba Matilde, tenía los ojos claros, color de mar abierto, el pelo ligeramente pelirrojo y unos labios como rosas encarnadas. Su piel blanca deslumbraba a los fotógrafos y era dulce y delicada. Su presencia en el laboratorio pasaba casi inadvertida. Era silenciosa y tenaz. Trabajaba sin descanso horas y horas, sin pedir nunca nada, sin molestar a nadie. Había durante el día más becarios en aquel laboratorio, hacían un ruido descomunal y conversaban entre ellos amigablemente sin parar.
Efrén se sentía algo molesto con tanto ruido y tanto alboroto, pero lo que le producía realmente un impacto indescriptible era el silencio de Matilde, su presencia silenciosa. Cuando Matilde entraba en el laboratorio, Efrén comenzaba a temblar como el agua violentada por la piedra arrojada sobre ella al descuido por un niño travieso. La destreza de sus manos hábiles dejaba paso a una torpe indecisión, que conllevaba que cada mes le descontaran de su sueldo el valor de un buen puñado de pipetas, tubos de ensayo y placas de Petri rotas en mil pedazos, para celebrar, como con fuegos de artificio, la llegada silenciosa de Matilde.
Matilde, en su timidez extrema, también le había echado ya el ojo a Efrén, motivo por el cual, no despegaba jamás las pupilas de su microscopio, y no se atrevía a mover a derecha o izquierda su cabeza, no fueran a dar sus ojos con los de Efrén y él encontrara en su mirada la llama ardiente de su deseo.
Una noche, se habían quedado solos en el laboratorio, Efrén debía cerrar éste a las diez en punto y salir a hacer su ronda, para comprobar que ningún ladrón desalmado robara algunas de las valiosas piezas de oro de los incas o las esmeraldas colombianas con las que se adornaban algunas deidades, entre otros tesoros del museo.
Se levantó de su asiento y con voz temblorosa se dirigió por primera vez en seis largos meses a Matilde, que lo miraba desde sus ojos de dieciocho primaveras con una mirada entre asustada y enamorada. Matilde, discúlpame, dijo, debo cerrar el laboratorio. Mañana podrás continuar tu tarea ¡Qué hacendosa eres! todos tus compañeros se han marchado hace horas, y tú aún estás aquí trabajando.
Ella se sorprendió de que él conociera su nombre. No sabía que tú conocías mi nombre, dijo, yo no sé aún el tuyo.
Disculpa, mi nombre es Efrén. - Hermoso nombre, dijo la joven, aún más enamorada si cabe que hace cinco minutos. Que él supiera su nombre sin habérselo ella comunicado, era una señal inequívoca de que algún interés por ella existía.
Bueno, sé el nombre de todos los becarios, replicó él. Y ella un poco iba a decepcionarse, cuando vio que mientras él lo decía, se habían encendido dos discos rojos en su cara y el sudor rodaba frente abajo.
Tengo que salir a hacer mi ronda, dijo Efrén. Y ella, no lo pensó ni un segundo, porque si lo hubiera pensado es seguro que no habría pronunciado aquellas palabras ¿Puedo acompañarte?
El corazón de Efrén adquirió una velocidad desconocida para él, ese temblor del agua violentada por la piedra se había transformado en maremoto.
Dijo un torpe: si, quiero. Digo, si, claro, y otra vez el rubor ascendió a sus mejillas. Y ahí, se detuvo un instante en aquél lapsus. He dicho: Si, quiero; pensó, como si estuviera respondiendo a la pregunta ¿quiere usted a esta mujer por esposa? Acabo de comprender algo. Todos estos años de celibato eran porque temía tener que casarme con la primera mujer de la que me enamorara, como les pasó a papá y a mamá. Pues se acabó este rollo, me case o no, es lo de menos, voy a echarme mi primer polvo con esta impresionante mujer, caiga quien caiga. De repente, la timidez de Efrén había desaparecido. La cogió de la mano y le dijo: ven, vamos. En ese momento llegó Marian, la bedel encargada de cerrar el laboratorio y guardar la llave. Era una mujer de unos 35 años, morena, de rasgos amerindios y un cuerpo escultural. Saludó a Efrén y se quedó mirando con cara de pícara, alternativamente, a la bella jovencita y a Efrén.
Matilde también estaba un poco más suelta, respondiendo a la espontaneidad de ellos, y devolvió aquella mirada de Marian con otra fulminante mirada lasciva.
Los tres estaban pensando lo mismo, pero fue Efrén el que pudo pronunciarlo, aunque sólo a medias. ¿Esta noche? ¿Los tres juntos?, quizás… Y volvió a perderse en fantasías y pensamientos, donde después de haber conservado la castidad 27 años, la perdía con dos mujeres hermosas, una de ellas virginal, blanda y delicada y la otra fuerte y salvaje, y seguramente con una amplia experiencia en el campo. Pero, a ver, pensó Efrén, el laboratorio debía ser cerrado, porque si no a las 22.15, saltaba la alarma programada. En el recorrido de la ronda, las cámaras de videovigilancia observaban cual testigos chismosos todos los movimientos de la sala, ¿dónde, dónde disfrutar las delicias del himeneo sin ser vistos? Tenía que ser aquella noche. Efrén aguzó su ingenio y se le ocurrió una graciosa triquiñuela. Iremos hasta aquella reproducción de una escena primitiva, donde una gran tinaja de cerca de metro ochenta de alto y un metro de diámetro, hace de decorado. Primero saldrás tu, Matilde, las cámaras se redirigen con el movimiento, cuando la cámara te esté siguiendo, entrará en la vasija Marian, después, yo te sustituiré para engañar al ojo que todo lo ve, mientras entras tú en la vasija, y finalmente, yo me introduciré en la vasija diciendo: voy a echar un vistazo por si esta vasija necesita una limpieza, y así no levantaré las sospechas del vigilante al otro lado de la cámara.
Marian estaba ya dentro de la tinaja, cuando llegó Matilde, la recibió expectante. Mientras la ayudaba a bajar, le tocó imperceptiblemente el suave trasero y dejó deslizar los dedos de su mano derecha por la entrepierna, aún cubierta por el pantalón. Matilde estaba muy sorprendida de si misma, no entendía donde había quedado su timidez de antaño, había perdido la vergüenza en el instante en que Efrén pronunció la frase ¿Esta noche? ¿Los tres…? Las fantasías que se habían disparado en su cabeza, ustedes deben saber que las mujeres tímidas fantasean mucho más perversamente que las más descaradas, habían humedecido su sexo, se acercó a Marian y la besó en los labios, con delicadeza, comenzaron a desnudarse una a la otra, escucharon la frase que abría las puertas de sésamo: Voy a ver si esta tinaja necesita una limpieza, y detrás de la frase cayó Efrén, tropezándose con su intenso deseo recién descubierto, precipitándose entre las dos mujeres, de manera que interrumpió su beso: ¡Eh, déjenme algo para mí, protestó Efren, algo celoso, pero también muy excitado y contento de que las mujeres con las que iba a perder la virginidad, se desearan entre ellas, además de desearlo a él.A partir de ahí, todo fue goce desenfrenado.
La tinaja estaba fresca y desprendía un olor cerámico muy agradable, como de
tierra mojada por la lluvia, era una temperatura ideal que resguardaba a los tres
amantes del sofocante calor de aquel verano del 2012, que jamás olvidarían
ninguno de los tres. Efrén estaba muy sorprendido de que su sexo, que siempre
le había rehusado su colaboración cuando la consumación se olía cercana, estaba
erguido, tenso, hinchado y duro como una roca, casi le dolía. Lo que allí pasó
después es un secreto a cuatro, la tinaja tendría, seguramente, aunque no
hablara, mucho que decir. Un avezado antropólogo habría encontrado en ella
muchos restos de la época actual: semen, restos de piel, cabellos, flujos
femeninos, sudor. En fin, todas las huellas que el amor
nunca deja en los cuerpos, quedan, ocultas para el ojo inocente, sobre las
cosas.
Alejandra Menassa de Lucia.
Cuadro: Concierto campestre. Giorgini
lunes, 6 de agosto de 2012
TALLER DE POESÍA Y LITERATURA ERÓTICA 2012. EL MERCURIO ES MENOS PESADO QUE LA ABSTINENCIA. ROSALBA PELLE.
EL MERCURIO ES MENOS PESADO
QUE LA ABSTINENCIA
Huracanes de pasiones, desfrenadamente
intensas vivencias, que graban una piel
que quema con confusiones,
errores y realidades.
Un mundo que se suda, se vuela, se navega,
se camina, se busca, se explora,
se desea comprender.
Esa geografía se cubre
de azahares de aroma irresistible, cometas
de campanillas azules que te guían hacia océanos palpitantes.
Con el deseo más natural para hacer el amor
de forma tan salvaje y silvestre,
sin corduras, sin descanso, cual bestia
que ama penetrar en cada poro para morir,
después en mi, sacando hasta la última gota de mis jugos.
Y luego te dejas rodar por los abismos y te grito:
”ven, el mercurio es menos pesado que la abstinencia”
… y al final se llega a abismos insalvables donde el eco te dice adiós.
QUE LA ABSTINENCIA
Huracanes de pasiones, desfrenadamente
intensas vivencias, que graban una piel
que quema con confusiones,
errores y realidades.
Un mundo que se suda, se vuela, se navega,
se camina, se busca, se explora,
se desea comprender.
Esa geografía se cubre
de azahares de aroma irresistible, cometas
de campanillas azules que te guían hacia océanos palpitantes.
Con el deseo más natural para hacer el amor
de forma tan salvaje y silvestre,
sin corduras, sin descanso, cual bestia
que ama penetrar en cada poro para morir,
después en mi, sacando hasta la última gota de mis jugos.
Y luego te dejas rodar por los abismos y te grito:
”ven, el mercurio es menos pesado que la abstinencia”
… y al final se llega a abismos insalvables donde el eco te dice adiós.
Rosalba Pelle.
TALLER DE POESÍA Y LITERATURA ERÓTICA 2012. TU VOZ ROZANDO MI CUELLO. ROBERTO GONZÁLEZ SÁNCHEZ
¡Uuuuffff! Tu voz, mi cuello.
Los ingredientes bien podrían
ser
la dulce miel y el aroma de Hugo.
La mezcla está en juego.
Y tu voz, rozando mi cuello.
La camisa ha sido deshojada
por el cantar y la mirada.
Yo, como una estatua, quedo
petrificado.
Las hormigas comienzan a
trabajar
formando un sendero, que me
lleva
a explorar los rincones que más
deseo.
Mientras, tu voz, rozando mi
cuello.
Las manos se han vuelto locas,
Arriba, abajo, izquierda,
derecha,
buscan aposento, sentirte más
adentro.
Y tu voz, rozando mi cuello.
Por fin llegó ella.
Esta sonrojada y afeitada,
preparada.
Pequeño tobogán, que hace
deslizar el cantar,
para poderte besar.
Roberto González Sánchez
jueves, 2 de agosto de 2012
TALLER DE POESÍA Y LITERATURA ERÓTICA 2012. TU VOZ ROZANDO MI CUELLO. VIRGINIA VALDOMINOS
TU VOZ ROZANDO MI CUELLO
Era el caballo quien juntaba tus piernas
en el inmenso minuto de la ira
cuando explotaba el misterio
de tu sexo sembrado de arroz.
Las iluminadas ratas
se desvestían juntas en las flores acicaladas
baladas de los siglos extremando encuentros
contra las balas, que sin sentirlo, martilleaban
el galope de nuestros cuerpos.
Sientes el movimiento oriundo del espejo
en nuestros corazones?
Amado no sufras mi espejismo
es solo reflejo del goce
que esta noche vive con nosotros
aquí, donde no habitamos.
Es la inmensa alegría de no ser
tan solo la imagen translucida del pato
de la oca obnubilada de los niños
cuando, tras nacer,
aguantan las guirnaldas sobre el fuego del deseo
o la investidura.
Mira allá, a lo lejos de nuestros cuerpos
esa pareja errante de pajaritos
escupiéndose entre plumas
el heraldo de los pies
las herraduras,
e incluso, el semen de las amapolas
fluyendo por los agujeros.
Entran y bajan,
salen y suben
se sumergen nuevamente en la espuria laguna de la desventaja
entre sudores afianzados
en el vaivén constante del presente
asfixiado por la podredumbre.
La solicitud se realiza
en cuero ameno
en lastimeros tumultos, como de rosa espuria
en su lánguida decadencia.
Fueron sus espinas la espátula de su soledad
o los senos tristes del solsticio
llorándonos en medio de Dios
que no puede más.
Mi sexo es todo suyo.
Virginia Valdominos
Cuadro: Venus grande, de Julio Romero de Torres.
TALLER DE LITERATURA Y POESÍA ERÓTICA 2012. ABRE LAS PIERNAS, AMOR MÍO. DE KEPA RÍOS
ABRE LAS
PIERNAS AMOR MÍO
I
Ante las piernas cerradas me detengo
y llamo con mis manos su atención.
Con mi aldaba toco, en la puerta del amor.
Aquí fuera estoy sólo y hace frío,
ábreme las puertas del sombrío
delirio, del abismo insondable de tu ser.
Y deja que profane tus estancias
I
Ante las piernas cerradas me detengo
y llamo con mis manos su atención.
Con mi aldaba toco, en la puerta del amor.
Aquí fuera estoy sólo y hace frío,
ábreme las puertas del sombrío
delirio, del abismo insondable de tu ser.
Y deja que profane tus estancias
con la
planta entera de mi piel.
Siente el
ariete suave de la lengua,
los dedos
que desatan envoltorios de mujer,
y cómo mi
jauría te desborda el sonrosado
dique que se
vuelve a estremecer.
II
Abre las
puertas, vengo huyendo,
he robado el
fuego de las tumbas,
la salud de
los muertos, y un afán
de suicida
deshonesto.
He robado en
los teatros, en los libros,
esencias de
aliciente, musgo, y dos manzanas
con sitio
para el mordisco.
Compartamos
este botín ilegítimo,
esta riqueza
volátil que no nos pertenece.
Ácidos
licores y azahares, magnéticas
sustancias con sabor a luna
en el azul de tus hogueras. He robado verdes
caricias en el sexo, abierto
manantial de porvenir. Déjame entrar
sustancias con sabor a luna
en el azul de tus hogueras. He robado verdes
caricias en el sexo, abierto
manantial de porvenir. Déjame entrar
en la
guarida porque soy cuarenta ladrones,
porque
advierto
en tu calma mi hermosura, en tu cama
mi cabeza ciega, látigo del placer,
para que me abras las piernas nuevamente,
en tu calma mi hermosura, en tu cama
mi cabeza ciega, látigo del placer,
para que me abras las piernas nuevamente,
amor
mío.
Kepa Ríos
Alday
Cuadro: Sonata al Claro de Luna. De Lucien Levy Dhurmer.
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