sábado, 21 de noviembre de 2009

ALTAZOR. VICENTE HUIDOBRO. recita Clemence Loonis



Cuadro: El sueño, de Henri Rousseau


PREFACIO


Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.
Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso, como un ombligo.
«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.
»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible.
»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
»Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).
»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
»Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
»Digo siempre adiós, y me quedo.
»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
»Ámame.»
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso..., qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.
Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.



Fragmento del poema recitado por Clemence Loonis:


miércoles, 18 de noviembre de 2009

POESÍA. PABLO NERUDA. VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA

VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA. 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco,
como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

PABLO NERUDA

Si quieres escuchar el poema recitado, puedes hacerlo aquí:





coche de segunda mano

lunes, 16 de noviembre de 2009

SOLEDAD, DE FEDERICO GARCÍA LORCA, RECITADO POR MIGUEL MENASSA



Cuadro: El altar de Venus, Collier
Soledad

(Homenaje a Fray Luis de León)

Difícil delgadez:
¿Busca el mundo una blanca,
total, perenne ausencia?
Jorge Guillén

Soledad pensativa
sobre piedra y rosal, muerte y desvelo
donde libre y cautiva,
fija en su blanco vuelo,
canta la luz herida por el hielo.

Soledad con el estilo
de silencio sin fin y arquitectura,
donde la planta en vilo
del ave en la espesura
no consigue clavar tu carne oscura.

En ti dejo olvidada
la frenética lluvia de mis venas,
mi cintura cuajada:
y rompiendo cadenas,
rosa débil seré por las arenas.

Rosa de mi desnudo
sobre paños de cal y sordo fuego,
cuando roto ya el nudo,
limpio de luna, y ciego,
cruce tus finas ondas de sosiego.

En la curva del río
el doble cisne su blancura canta.
Húmeda voz sin frío
fluye de su garganta,
y por los juncos rueda y se levanta.

Con su rosa de harina
niño desnudo mide la ribera,
mientras el bosque afina
su música primera
en rumor de cristales y madera.

Coros de siemprevivas
giran locos pidiendo eternidades.
Sus señas expresivas
hieren las dos mitades
del mapa que rezuma soledades.

El arpa y su lamento
prendido en nervios de metal dorado,
tanto dulce instrumento
resonante o delgado,
buscan ¡oh soledad! tu reino helado.

Mientras tú, inaccesible
para la verde lepra del sonido,
no hay altura posible
ni labio conocido
por donde llegue a ti nuestro gemido.




viernes, 13 de noviembre de 2009

AUTO DE FE. Poema de Carilda Oliver Labra


Cuenta el pobre los fósforos
y el rico sus palacios;
aquél se ha salvado de las adulaciones
y el dinero.
Sus manos no pueden aplaudir en la Escala de Milán,
pero poseen todos los anticuerpos;
encuentran amor
donde el rey sólo halla su soledad.
¡No rompan el orden!
¡No rieguen el rompecabezas!
Hay quien se preocupa por el verdugo
pero ya es cómplice de la neoplasia,
hay quien huye desesperadamente del incendio
y ya se lo comió la bacteria.
Pierde el tiempo quien sonríe a los inspectores,
quien sube al palo de la escoba,
quien hace una estadística;
pero ignora el súbito guiño de la estrella,
lo que fulgura después del tiro de gracia.
Tal vez sin notarlo
he matado un insecto invisible que volaba.
La zarpa que clavó hoy el gato
no es menos certera que mis uñas.
Todos esperan que me mustie como una tonta,
que me envilezca la primera arruga;
pero yo amo el tiempo y sus transfiguraciones
cómicas.
Creo en las galaxias y en los virus,
soy un animal tremendo.
Debiera estar cansada de la vida;
sólo me canso de morir.
Perdónenme este trajín con la ternura,
este nomeolvides que asfixio de un plumazo,
este dolor
tan duro que coloqué en el ala.
(¿Me habrá hecho daño la lágrima o el semen?)
Perdónenme...
hablaba de los otros y se me fue lo mío.
¡Qué golpe de carótidas
al socorro del alba!
¿Pero no somos todos uno mismo?
Me trepo a la esperanza entonces.
(Si nace el héroe es porque ha muerto un asesino).
Creo en tus partos, tierra.
Por eso juro por el hombre.

sábado, 7 de noviembre de 2009

SOBRE EL SECUESTRO DEL ALAKRANA

EN ESTE CASO, ES NECESARIA LA ILEGALIDAD, PARA QUE SE HAGA JUSTICIA.

lunes, 2 de noviembre de 2009

GRUPO CERO Y POESÍA EN RADIO VALLEKAS ESTE MIÉRCOLES

Cuadro: Serpiente acuática, de Gustav Klimt, reproducción de Alejandra Menassa

EL MIÉRCOLES 04 DE NOVIEMBRE A LAS 22.30 estaremos en radio Vallecas varios poetas de la Escuela de Poesía Grupo Cero: Carmen Salamanca, Mónica López, Alejandra Menassa y Magdalena Salamanca. Leeremos poemas nuestros y de grandes poetas DE TODOS LOS TIEMPOS Y NACIONALIDADES.
Nos podéis escuchar en : www.radiovallekas.org
o en el dial 107.5 de la FM

Carmen Salamanca:
"Finísimas escamas de témpano solar, herederas de inasibles contenidos, acuñarán el hueco palpitar de mi alma"
Mónica López
"Plurales, nos hicimos plurales sumando los amores, acariciando el volcán de las cifras sin calcular la búsqueda"
Magdalena Salamanca
"Mañana traerán a nuestra puerta lo que, en la guerra, no pudieron destruír harpías y quimeras. Mañana, el camino será escritura."
Alejandra Menassa
"Frases como titánicos resortes, frases como manadas desatadas, frases que sembraban la locura en tu sexo"

domingo, 1 de noviembre de 2009

RECITAL POÉTICO MUSICAL TALLERES GRUPO CERO EN EL CAFÉ FIGUEROA EL DÍA 7 DE NOV.

Este es un poema que se recitó en la Noche en Blanco de Madrid 2009, es del poeta Miguel Oscar Menassa, del libro La mujer y yo. Recitan: Cruz González y Alejandra Menassa. Canta Kepa Ríos.



APROVECHAMOS PARA INVITAROS A OIR ESTE Y MUCHOS OTROS POEMAS AL CAFÉ FIGUEROA, EN LA CALLE AUGUSTO FIGUEROA 17, EL SÁBADO 07 DE NOV A LAS 20.00. ENTRADA GRATUITA Y GOCE ASEGURADO